¿Alguna vez has visto la película de El progreso del peregrino? Es una película basada en la novela de John Bunyan, un apasionado predicador que estuvo prisionero por hablar sobre Jesús. Pero que en sus momentos más trágicos, logró plasmar una alegoría del caminar cristiano en su novela la cual ha inspirado a muchos.
Hay una escena en particular donde el personaje principal, Cristiano tiene que elegir entre dos caminos, uno que dice “camino de la paciencia” y otro “camino de la pasión” (o deseos). El camino de la pasión se ve hermoso y sencillo, a diferencia del de la paciencia. El de la paciencia es largo y lleno de rocas, de hecho debe subir toda una montaña hasta su cima. Para hacer todo un poco más difícil, Cristiano lleva cargando una especie de roca en su espalda durante todo el camino, la cual se vuelve mucho más pesada conforme avanza. Así que subir esa montaña con semejante carga sería bastante difícil para él, pero decide obedecer lo que el Rey le ha dicho y seguir por el camino de la Paciencia.
Al llegar a la cima ocurre algo hermoso y Cristiano entiende que definitivamente fue mucho mejor seguir lo que el Rey (Dios) le decía, que confiar en su propia sabiduría.


¿A mi manera o a la de Dios?
En el capítulo 21 de Mateo podemos ver a Jesús siendo aclamado por el pueblo en Jerusalén. La multitud se enloquecía de emoción al ver a su Mesías entrar a la ciudad, pues Jesús ya había realizado grandes milagros en distintas ciudades, había hablado sobre el reino de Dios y estaba más que claro que Él era el Cristo, el Mesías, El Salvador que Dios había prometido para Israel.
“¡Hosanna al Hijo de David!
Bendito aquel que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!”
Mateo 21:9
La multitud gritaba agitando fervientemente sus palmas hacia Jesús. Entusiasmados de darle paso a quien iba a salvarlos pues la palabra Hosanna significa eso “¡Oh sálvanos, te lo suplico!” Los judíos en ese momento sabían que Dios les había prometido un salvador, y aunque parecía sabían quien era Jesús al derramar sus corazones suplicándole que los salvara, que hiciera Su voluntad, la realidad era que no lo entendían del todo.
Si continuamos la lectura en Mateo, y cómo ya sabemos, todos aquellos que comenzaron a seguir a Jesús, incluso muchos de los que lo alabaron ese día al entrar en Jerusalén, días después estaban gritando “¡Él es digno de muerte!”
Estaban frente a Poncio Pilato suplicándole que ejecutaran a Jesús. Preferían dejar libre al terrible Barrabas antes que liberar a Jesús. Incluso Pilato les dijo “Soy inocente de la sangre de este justo. ¡Allá ustedes!”.
¿Qué estaba pasando con aquella multitud?
¿No eran fieles seguidores de Jesús?
¿Dónde había quedado aquel corazón humillado gritando “Sálvanos”?
Los judíos esperaban algo de Dios, algo que Él mismo les había prometido a través de sus profetas por muchos años. Ellos sabían que vendría un salvador, el Mesías, y que este los liberaría. Pero el problema fue que muchos de ellos crearon un mal concepto del Cristo. Muchos escucharon las necias palabras de los sacerdotes y fariseos, y otros construyeron su propia imagen del Mesías. De cierta forma trazaron el plan para que Dios lo siguiera según sus deseos en vez de seguir lo que Dios realmente les había dicho que pasaría.
Siguieron a Jesús porque creyeron que sería aquel hombre valiente que los libraría de Roma con espada. Que solo sería un hombre que uniría su ejercito para darle un golpe de Estado a Roma y al fin ser libres. Así que, cuando esto no sucedió, cuando vieron que Jesús estaba siendo pisoteado por la misma Roma, e incluso antes cuando veían que Jesús no cumplía con sus estándares, decidieron llevarlo al matadero.
Pero es que ellos estaban mal, no creyeron en Jesús por quien Él era y por lo que hablaba del reino de Dios, sino porque siguieron su propio concepto de “salvación”. Su Mesías falló, su propio plan falló. Pero el Dios Todopoderoso tenía un plan mejor. El plan verdadero: salvarlos, no de Roma, no de forma política o terrenal, sino del pecado, de sí mismos, de la muerte, de Su ira y reconciliarlos con Él.
Aquellos que solo buscaban su propio interés se decepcionaron grandemente al no tener esa libertad política, al no ver más milagros, al ver que el Mesías no podía si quiera salvarse a si mismo de esa cruz. Sus expectativas se cayeron cuando Jesús no las cumplió para que ellos estuvieran más cómodos en este mundo.
Pero, aquellos que confiaron y buscaron realmente a Jesús por quien era, vieron todo cumplido al tercer día de su muerte, también 40 días después de que resucitara ascendiendo con el Padre, y más aún cuando el Espíritu Santo se derramó en ellos en Pentecostés.
Aquellos siguieron mirando y creyendo en Jesús sin importar lo que pasara. Es muy probable que no entendieran lo que sucedía y estaban tan perplejos como todos los demás, pero había algo en ellos que los hacía permanecer y esa era su fe en Cristo. Decidieron confiar plenamente en Jesús y Sus palabras, en lo que Él decía sobre sí mismo y sobre el reino; en Su voluntad. Decidieron esperar en Él.
¿Sabes? El día en que pusimos nuestra confianza en Jesús para salvación fue el primer paso para caminar en fe por esta vida. Creímos en Jesús como el Mesías que Dios había prometido, como El Salvador que nos reconciliaría con Dios, como el Hijo de Dios redimiendo a la humanidad. Pero esa misma fe debe permanecer en nosotros ahora a través de toda nuestra vida. Ahora nuestra vida no va a nuestra manera, ni según como pensamos, ni siguiendo los pasos que nosotros digamos, sino siguiendo la voluntad de Dios.
Conocemos el pasaje de Romanos 12:2 sobre que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta, y que solo si buscamos al Señor nuestra mente será renovada para entender por donde hay que ir para agradarle. Pero también nos dice que Dios es Dios y nosotros no; que Él sabe lo que hace porque es Santo, Bueno, Todopoderoso y hace todo para mostrar Su gloria en amor hacia nosotros.
Entonces, debemos pensar: ¿Estamos confiando verdaderamente en Él, esperando en Su voluntad, caminando conforme Él nos dice? ¿O nos desesperamos porque Dios no está siguiendo los pasos que nosotros le ponemos? Tal como algunos se molestaron con Jesús por nos cumplir sus expectativas y no seguir los pasos para salvarlos de acuerdo a cómo ellos creían. O somos como aquellos que permanecieron en el Señor pasara lo que pasara, confiando en que Su voluntad siempre es mejor y se cumplirá cómo Él quiera.
Él sabe mejor que nosotros como hacer las cosas, cómo llevarnos a donde Él nos quiere llevar, solo debemos confiar y obedecer por amor a Él. Solo el Señor sabe lo que es mejor y cuánto fruto daremos en el proceso. Así como llevó a Israel por el desierto hacia la tierra prometida. Muchos decidieron rebelarse y desistir porque no seguía sus estándares, pero otros, prefirieron seguir confiando aunque no entendieran pero lo hacían por conocer realmente a Dios.
Mientras viene lo que Él tiene preparado para nosotros, mientras esperamos, enfoquémonos en Cristo y recordemos que Sus pensamientos son más altos que los nuestros. Deleitemonos en el Señor para que así, nuestro primer amor siga siendo Él. Para que, cuando venga lo que tenga que venir estemos firmes en Cristo y permanezcamos.
Seamos como Cristiano de El progreso del peregrino que decidió confiar en lo que el Señor le decía; o como todos aquellos hombres y mujeres de fe que vivieron justamente así, por fe en Aquel que habían conocido.
